AYOTZINAPA, VENEZUELA Y LA IN-SOLIDARIDAD



                Al contrario de otros escritos, la estrategia discursiva en el presente va a ser directa: repugna la ausencia de solidaridad en Venezuela. Los venezolanos nos acostumbramos a jugar con las pelusas de nuestros ombligos, pretendiendo ser internacionalistas o cosmopolitas,  es decir, un umbilicuscentrismo. Solamente asomamos nuestras narices en temas mediáticos o de moda, que a la final son estéticos o cosméticos.

                En Ayotzinapa ha ocurrido un crimen de lesa humanidad. Sobre esta acción propia del terror de Estado neoliberal de nuestros tiempos -quien quiera debatir al respecto, le puedo recomendar por lo menos una veintena de libros-, no pretendo hacer descripciones; prefiero referirme a lo que se necesita en estos momentos de lucha por la vida; sobre esto gira mi doble indignación. La primera indignación por lo ocurrido: una masacre pública, notoria y legitimada por la omisión de los centros de poder internacional, desde los cuales no se ha dicho o hecho nada; pueden observar las notas de prensa y el hecho pasa como si se tratara de cualquier cosa protocolar. Pero esto es de esperar, para ellos, ni se trata de una vulneración de derechos -parafraseando a Pinochet-, para ellos solamente se trata de un error de cálculo.

         La segunda indignación, la cual es la que me convoca a estas líneas, se refiere a la omisión casi absoluta en mi país Venezuela respecto al tema; omisión que es generalizada en chavistas y opositores. Por ello, la crítica que formulo está en dos sentidos. Para los sectores de oposición, que se han movilizado en los últimos tiempos en ámbitos estudiantiles, lo sucedido en México, debería movilizar las solidaridades de manera urgente, porque lo de Ayotzinapa puede ser un espejo en el cual reflejarse; de acuerdo a lo planteado de manera magistral por Bertolt Brecht. Para los sectores del chavismo, la solidaridad con el pueblo de Ayotzinapa debe ser un principio ético-político, porque si la revolución bolivariana ha sido importante a nivel mundial, es precisamente por su carácter internacionalista, por haber izado banderas de lucha, en planos internacionales en donde solamente funcionaban los lobby de las trasnacionales.

 

                Por ambos lados el umbilicuscentrismo se impone como patrón en el arte de hacer política; aquí en mi país no hay una posición contundente sobre el asesinato y desaparición de estudiantes en México, ni siquiera por el principio egoísta que reza: cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo. Cualquier lectura afanada de esta crítica, puede derivar en que se asuma lo que está sucediendo en México, como un problema de los mexicanos. Para los sectores de oposición que viven y desviven apelando a la “solidaridad” internacional, ser solidarios en este tema, debería ser un punto de partida para establecer redes con sectores sociales análogos en otros países. Para el chavismo, y en especial para el gobierno, ser solidarios en este tema significaría ser responsables con lo anfictiónico del pensamiento bolivariano; más aún, cuando Venezuela ha asumido responsabilidades de carácter continental en escenarios internacionales, como en el Consejo de Seguridad de la ONU y en el Consejo de Derechos Humanos de esta organización multilateral. Debemos conformar un comité de solidaridad con Ayotzinapa, y generar acciones contundentes ¡QUE SURJAN LAS PROPUESTAS! 

 

Cuando un crimen se define como un crimen contra la humanidad, entonces es un crimen contra todos; como lo dijo Martí “patria es humanidad”, y como lo dijo Alí Primera “la patria es el hombre”.

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