Ejercicio de interpretación, de Críticas a las Providencia del Gobierno de
Simón Rodríguez. Publicada en versión facsimilar, por el Grupo de Investigación
de Filosofía e Historia de las Ideas: O
inventamos o erramos, en la Ciudad de México en el 2013.
A mediados de 1843, Simón Rodríguez publica seis artículos en el diario El Comercio de Lima, cada uno de ellos,
con un título particular en cada entrega; pero que en total contemplaron una
obra, a la cual denominó Crítica a las
providencias del gobierno. Desde el inicio de este trabajo, el autor es
enfático en la necesidad de formular críticas al gobierno, que estén basadas en
aspectos éticos-políticos, más que especulativos; por ello, -argumenta- que
criticar es juzgar de acuerdo a la razón, siendo que para ello se requiere del
desarrollo de un proceso analógico. En este sentido, establece diferencias
entre lo que significa hacer justicia
y administrar justicia: la primera,
consiste en el descubrimiento de la razón; mientras que la segunda, trata de un
proceder de acuerdo a lo justo. Es de resaltar que todos (como personas),
podemos realizar la primera, mientras que no todos podemos administrar la
justicia, pues esto es facultad del Estado. De ahí la importancia de que
podamos juzgar en función a la razón, a quienes administran lo que como
sociedad buscamos y definimos.
De acuerdo con estos elementos, las providencias del gobierno deben ser
valoradas en función del objeto-valor de las mismas; por lo tanto, el problema
para los ciudadanos es: entender, comprender, descubrir el objeto-valor de las políticas gubernamentales; para
poder realizar críticas a dichas disposiciones, razonablemente. Por ello, una tarea que le corresponde a los
sujetos, es poder distinguir los distintos ámbitos y niveles de lo que
comprende lo político, pues un problema típico en estos asuntos, es la
confusión entre causas y consecuencias, entre descripción y proscripción.
Siendo que un elemento fundamental que debe tener las providencias que emite un
gobierno, es la capacidad de contener medidas previsoras, es decir, que se
refleje una política prospectiva y no reactiva. Esto último, debe ser uno de
los elementos básicos que las personas deben buscar al momento de evaluar el
proceder gubernamental.
En este sentido, Simón Rodríguez no concibe la participación de las
personas, solamente como un derecho, sino también como un deber; por ello, es
necesario que todos y cada uno, nos formemos con criterios al momento de
formular críticas, porque el “derecho que cada uno tiene, en una República,
para dar su voto sobre lo que interesa a todos,
impone a todos el deber de penetrar
el espíritu de las providencias públicas”.[1]
Y en esto términos el tutor del Libertador, propone algunos criterios básicos
que se deben evaluar en las políticas gubernamentales, los cuales reproducimos
textualmente: “estado de cosas que las circunstancias piden, i otras permiten
que se haga [;] modo de obrar de ellas i medios que han de proteger la acción”.[2]
En el segundo artículo, el cual tiene como subtítulo Estado de cosas; nuestro autor nos advierte sobre las problemáticas
que debe atender un gobierno, las cuales son muy complejas, pues los fenómenos
son múltiples; pero a la vez, dichos
fenómenos pueden ser aparentes, por estar contenidos de otros, que son los condicionantes
reales de aquellos. Por lo tanto, Robinson nos recuerda que para poder sortear
esta complejidad, es necesario que el gobierno recurra a datos; siendo que la
ausencia de estos, imposibilita la comprensión de los fenómenos, (y por ende)
la toma de decisiones. Pero el autor nos señala al mismo momento, que la gran
mayoría de las veces, los gobiernos eluden los datos y por lo tanto, terminan
eludiendo los problemas sobre los cuales debe intervenir.
Pero esto no quiere decir, que los asuntos públicos comporten solamente
aspectos técnicos, pues como tales, también están compuestos por elementos de carácter
sociopolítico, dicho de otra forma: de la participación de la sociedad en
dichos asuntos, porque lo político es colectivo; porque son asuntos públicos,
en plural y no en singular. Las políticas públicas tienen que atender obligatoriamente
los objetivos-valores; pues de lo contrario, dejan de ser públicas, para convertirse
en privadas, domésticas, particulares. Al respecto, es categórico al definir lo
que es colectivo-público, indicando que la sumatoria de personas no se puede
entender como algo público, porque en dicha sumatoria, no hay integración entre
los elementos que se suman. Toda crítica, toda evaluación de políticas públicas;
tiene que estar basada en criterios objetivos producidos en lo público, no en
los aspectos perceptivos de la individualidad, porque ello lleva a posiciones acomodaticias sobre lo que se
pretende analizar. En este sentido, el ciudadano es un sujeto que se configura
a partir de una doble relación: puede juzgar a otros, pero también puede juzgar
al gobierno.
Samuel Robinson nos continúa proponiendo elementos, para comprender los problemas
que acarrea, intentar analizar lo político-público-colectivo, partiendo
solamente desde lo estético (o cosmético). En este sentido hace referencia al pensamiento
y sujeto escopeta (aquellos que
responden inmediatamente como aquella arma, ante cualquier señalamiento u opinión;
pero no solamente por la velocidad de la respuesta, sino por el daños que se
hacen con las opiniones que disparan). Para
alejarnos de las escopetas, es
necesario decantar nuestras ideas sobre lo que se juzga, porque es un grave
error en materia de asuntos públicos, construir y tomar atajos; pues estos no
permiten conocer el camino real, la justa dimensión de los fenómenos. Además,
el empirismo en la política (léase colectivo), es una contradicción para el
cumplimiento de los objetivos. En función de ello, la educación en lo social y
sobre lo social, es el único camino para tener criterios y razones en el
análisis de lo público. En términos concretos: dejar de lado los pareceres, porque estos minan lo colectivo; de ello nos da un
ejemplo, en el artículo publicado el 10 de junio de 1843: “Para el Egoísta
Ignorante, todo va bien cuando goza, y se queja del mal estado de los asuntos públicos, cuando le va mal en su
negocio”.
En esta obra que estamos interpretando, se concibe que los problemas en
la administración de lo público y en la administración de la justicia, no
deriva solamente de una mala praxis del funcionario, sino de la manera como hemos sido socializados en los negocios, y como el negocio
es un criterio de sociabilidad. Todos los hombres quieren estar bien (dice
Rodríguez), pero no calculan el bien por los mismos principios; y es en este
aspecto que es fundamental acudir a la razón, para poder objetivar los principios
que pueden contribuir realmente al sostenimiento de la vida. Vemos entonces,
que el criterio que priva en el planteamiento de Simón Rodríguez es que todos y
todas debemos pasar por procesos de socialización sobre lo social; pero esto es
un proceso que corresponde a ámbitos sociales y no institucionales, pues como
lo manifiesta en el cuarto artículo publicado:
Con decretos no se instruyen pueblos, ni con RECETAS
se curan los enfermos = más parte tiene el Intérprete
que el legislador, en los buenos
efectos de una LEY,, como en el buen suceso de una CURACIÓN, tiene más parte el
enfermero que el médico […] Parece probado, por tantas i tan
menudas observaciones que, COSAS PUBLICAS son aquellas que a todos ocurren para
satisfacer sus necesidades .. (sean las que fueren) – que si todos tienen derecho a ellas porque las necesitan,,
es un deber de todos el entender para
gozar de ellas como RACIONALES! – que si el derecho reconocido es PROPIEDAD, i
el uso de la propiedad es POSESIÓN,,
se sigue que, en los modos de adquirir,
conservar i disponer, está el bien o
el mal de la vida – que el no estar
todos de acuerdo sobre lo que deba verse como bien o mal VERDADERO, es la causa
remota de los abusos,, la próxima es,… por una parte la violencia con que exige el fuerte, i por otra, la astucia
con que elude el débil.[3]
Sobre los asuntos públicos, Rodríguez distingue entre los judiciales y los
gubernativos; los primeros, solamente observan lo que se le solicita,
pretendiendo acudir a la raíz de los problemas, pero sin lograrlo, por no
observar el modo mediante el cual, se detentan los medios para la subsistencia.
Por parte de los asuntos públicos
gubernativos, estos versan sobre la prevención de los conflictos, esto es, evitar que unos se impongan sobre las los
demás. Por lo tanto, es importante reiterar la noción de lo colectivo, esto es:
que lo privado y lo público se construyan dialécticamente sin la imposición de
uno sobre lo otro. En este sentido, es necesario el diálogo entre los criterios
de los gobernantes y los criterios de la ciudadanía. Pero la transformación de
las relaciones sociales (de acuerdo con Samuel Robinson) no se logra girando
órdenes o decretando, sino a través de la transformación de las actitudes. En
este sentido, la persuasión es fundamental para poder convencer, porque: “solo
quien tenga IDEAS SOCIALES i DICCIONARIO SOCIAL, entenderá bien la Crítica de sus providencias”. En función
de todos estos criterios, para el autor del siglo XIX, las críticas a las
providencias del gobierno, no se deben entender como elogio o ataque al
gobierno; sino como el análisis de este último, en función de la garantía de
las condiciones básicas para el bienestar colectivo.
En el presente ejercicio, hemos realizado algunas interpretaciones, de un
texto que consideramos vigente, oportuno y vinculante en la actualidad; porque
las cosas parecieran no haber cambiado desde hace más de 150 años, es decir,
que vivimos conflictos que no obedecen solamente a coyunturas y contingencias.
En otra dirección, pero en el mismo sentido: que dichos problemas no se han abordado
en la dimensión que realmente les corresponde. Otras interpretaciones pueden
surgir de lecturas distintas, sin embargo, es importante rescatar y difundir la
idea central de estos artículos, escritos por el padre político del padre de la
independencia latinoamericana: la independencia no fue suficiente y por lo
tanto, es necesario continuar la lucha por la verdadera independencia, en la cual debemos involucrarnos con criterios
ético-políticos.
Interesante articulo de reflexión sobre la aceptación de la critica generadora.
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