APUNTES
SOBRE EL DIÁLOGO EN VENEZUELA
Luego del
pasado proceso electoral venezolano, fueron muchos los comentarios sobre la
importancia de establecer diálogos entre el gobierno y la oposición al
gobierno. Por cierto, han sido muchos los especuladores de la palabra han
colmado los medios tradicionales, los alternativos, los medios conservadores,
los no tan medio, comentado sobre el tema que abordamos. Por ello, nos queremos
distanciar de los análisis a priori, no
creemos que el diálogo sea sólo una
cuestión mediática, algo de moda o un bien mercantil.
De muchos
comentarios, tomamos muy respetuosamente los de la socióloga Maryclen Stelling
(a ella no la consideramos como especuladora de la palabra), publicados en www.aporrea.org el día 10 de septiembre. De
la entrevista en cuestión podemos resaltar lo siguiente: a) la importancia de
diálogo entre el gobierno y su oposición sobre temas comunes, siendo que el
socialismo –dice- no es negociable para el gobierno; b) que el fortalecimiento
de las comunas es fundamental en ello; y c) que el diálogo se debe establecer
entre técnicos y no políticos, para exponer sus ideas, se basa en el análisis
de los resultados de las elecciones y en el comportamiento mediático.
No es nuestro
interés debatir sobre los resultados electorales o el comportamiento mediático.
Lamentablemente el ejercicio de lo político y de la política (en su sentido de
lo público, de lo colectivo) se piensa, se reflexiona, se interpreta y se
ejecuta a partir de una metonimia de lo electoral y lo mediático. El
reduccionismo de este pensamiento nos remite socialmente sólo a la estética y
no a la ética-política. La percepción es importante, estamos totalmente de
acuerdo, pero si nos quedamos sólo en ello, no podemos reflexionar sobre las
condiciones que están mucho más allá de lo inmediato. Una confusa trampa de la
posmodernidad en la cual las izquierdas y derechas son ambidiestras,
parafraseando al grande de Panamá.
No concebimos al
diálogo como una propuesta, como algo a realizar, es decir, el diálogo no es un
deber-ser de las relaciones humanas,
de los factores que componen una sociedad, sino que son parte del ser social, lo que implica que el
discurso que propone el diálogo como algo artificial, es decir, no fundado en
las relaciones sociales sino en los pactos de los grupos de poder, nos remite a
una tautología. El diálogo no se propone, son las estrategias para que este se
lleve a cabo lo realmente importante, para ello se requiere de un auto-examen
de conciencia (de clase) (es decir de mismidad), del ser en función del otro (es
decir de otredad); se trata de un esfuerzo supra-ideológico
(si es que esto es realmente posible). Pero evidentemente que no sólo tiene que ver con la
conciencia de clase, además de aquella, también tiene relación con la conciencia étnica, con la
identificación cultural, con la pertenencia dónde vivimos, y demás.
Si nos
permiten realizar un símil entre lo que planteamos y la cocina, sabemos que es
difícil mezclar el vinagre y el aceite, pero cuando estos dos se juntan en la
cocción de un arroz, este último adquiere unas cualidades específicas, que sólo
la conjunción de aquellos dos elementos le pueden dar a este tercero. Pero la
realidad es mucho más complicada que hacer un arroz, aunque hacer un
buen arroz, tampoco es tan fácil.
En el
argumento de Maryclen Stelling, existen dos factores en Venezuela que necesitan
dialogar: el gobierno y su oposición. Este planteamiento coincide prácticamente
con la versión estética del absolutista discurso mediático venezolano. Sin
embargo, como la realidad es mucho más compleja de lo que intentan proponer los
medios de comunicación (públicos y privados), vamos a problematizar un poco más
esa simplicidad que dice que Venezuela está polarizada en dos grandes bloques: seis
millones y medio de personas versus ocho millones y tanto de gentes. Desde el
punto de vista de los factores políticos, es evidente que no existe homogeneidad
dentro de ambos sectores. Desde el punto de vista de la composición social, es
menos homogénea la estructura del chavismo y, de la oposición a aquel.
Es necesario comprender
que existen diversos tipos de oficialismos, y distintas oposiciones, las cuales
se invisibilizan muy estratégicamente en los procesos electorales, pero que
sociológicamente hacen vida, y a estas hay que acudir. Por ejemplo, en términos
netamente políticos, la oposición al chavismo es tan oficialista como el
chavismo en un número importante de Gobernaciones, Alcaldías y en Universidades;
y el chavismo es tan oposición en dichos espacios, como la oposición al
chavismo en términos de la política nacional. Ello significa que en ciertas
condiciones dos factores políticos aparentemente polarizados, comparten
cualidades, dependiendo de la posición que jueguen en la política del país, y
valga que cuando decimos país, nos referimos a los cerca del millón de metros
cuadrados que tiene la nación más el mar territorial, y no sólo a lo que nos
intentan vender las maquinarias mediáticas como “política nacional”, que sólo
se refiere a lo que sucede en Caracas.
Decir que el
chavismo y su oposición, eventualmente pueden coincidir cualitativamente,
pareciera una gran barrabasada: en un país donde aparentemente existe la
confrontación entre dos modelos de sociedad distintos, entre la democracia y el
comunismo, entre la revolución y el capitalismo, entre la barbarie y la vida,
entre el neoliberalismo y el socialismo del siglo XXI ¿cómo es posible la
similitud entre ambos modelos?
Lo que
proponemos es que la aparente polarización tiene un contrasentido genético en
su argumentación: fundamentarse en resultados electorales para demostrar la división
del país. La democracia electoral es básicamente una estrategia de organización
política de la sociedad liberal-burguesa, por lo tanto esta estrategia de
organización es antagónica a una lucha de clases. Pensar que puede haber una
confrontación de clases en un sistema de democracia electoral es realmente muy
ilusorio, es un discurso que favorece a quienes controlan las cúpulas que
centralizan las opciones electorales, pero habla muy poco del movimiento
sociológico de las clases que están supuestamente enfrentadas. Esta polarización
no solo favorece al chavismo electoral, sino que es el fluido vital de su
oposición.
Hay una
pregunta clave para poder explicar lo que intentamos argumentar ¿qué tan
iguales y diferentes son los sectores que componen cada extremo de la polaridad?
Las coyunturas electorales han marcado una aparente división de la sociedad
venezolana que ha sido llevada a otros planos de la vida, esta polarización es
bilateral, pues ambas lateralidades tienen responsabilidad en este fenómeno. Un primer paso, necesario para que exista una
posibilidad de diálogo en esta aparente polaridad, es que ambos factores asuman
su responsabilidad en la misma. Pero pasemos la página, nuestro objetivo no es
un diálogo entre el chavismo y su oposición, eso es un diálogo sólo de cúpulas,
contra las cuales estamos.
Una
polarización significa dos totalidades confrontadas, sin embargo nos surgen
algunas interrogantes:
¿Son realmente
discontinuos los trabajadores que votan por opciones electorales distintas, aun
cuando esos trabajadores conviven o coexisten en comunidad?
¿Existe
contigüidad entre el trabajador que vota por una opción electoral y la cúpula
política de la opción por cual votó?
¿Existe
contigüidad entre el trabajador y la burocracia que vota igual que aquel, sólo
para mantener sus privilegios en las instituciones? (Burocracia nacional,
regional y municipal)
¿Son
discontinuos los empresarios que votaron por opciones electorales distintas,
pero que tienen pactos económicos que tienen con la burocracia estatal?
(Burocracia nacional, regional y municipal)
¿Existe
continuidad entre el empresario y el trabajador que votan por la misma opción
electoral?
¿Son distintos
los burócratas que votaron por opciones electorales distintas?
NOTA: cuando
decimos trabajador, englobamos en esta categoría a todos aquellos que no forman
parte ni de la cúpulas empresariales, ni gubernamentales. Disculpen la
generalización, pero por lo corto de este ejercicio, no podemos generar
categorías más adecuadas.
¿Es posible el
diálogo entre los trabajadores que votaron por opciones distintas, cuando una
opción tenía un corte neoliberal que apuntaba al detrimento de las condiciones
laborales, y la otra es una opción de contención del neoliberalismo pero que
tiene un grave problema de estancamiento, letargo burocrático que significa que
muchos de los objetivos planteados en la Constituyente de 1999, aún no se hayan
alcanzado, ni hay luces de que se puedan alcanzar prontamente?
Se debe
trascender la imposición de la coyuntura electoral. Por ello es que no creemos
que el diálogo deba ser entre el gobierno y su oposición, porque ello significa
un diálogo entre las cúpulas de los factores políticos, entre la burocracia,
entre los empresarios que soportan económicamente los partidos. El diálogo que
es necesario rescatar, porque ha sido invisibilizado por las cúpulas
políticas-económicas-mediáticas, es el de las bases sociales del país. El
problema es mucho más complejo que declarar las intenciones de dialogar, o
incluso proponer el diálogo, el problema es que podamos sobrepasar la división
mediática, y podamos hacer ejercicio de nuestras similitudes y diferencias en
función del espacio social en el cual se desenvuelve nuestra cotidianidad.
Como no
proponemos el diálogo, sino que lo reivindicamos, argumentamos que el discurso
mediático-nacional vuelve infructuoso el diálogo en las bases, proscribe la
interacción. Nuestra idea es que la única forma de poder reivindicar el
diálogo, es ubicar a éste en su justo lugar: entre las personas (sus
organizaciones) y no entre las cúpulas. Si el diálogo entre los sujetos, puede
rebasar la imposición de la conversación entre los cogollos, otro gallo cantará.
Intentamos
producir un atentado contra las propuestas comunicativas de las cúpulas
políticas. Reivindicar el diálogo entre las bases de la sociedad venezolana,
significa desmovilizar los principios que mantienen activos el maniqueísmo en
Venezuela. Pero otra vez, como el diálogo no es un deber, es necesario
reposicionarnos en las encrucijadas. Traemos a propósito de este ejercicio las
ideas platónicas sobe el diálogo: la interacción de dos elementos distintos se
realiza a través de un tercero. Este es un aspecto fundamental para la reivindicación
del diálogo en nuestro país: la visibilización de esos terceros que han quedado
a las sombras de un pensamiento político, muy parecido a la doctrina católica anterior
al siglo XVII.
Por ello, lo
importante es construir ese tercero que permita la interacción: el tercero en este caso debería ser el sujeto, el
colectivo, la comunidad. El tercero no se trata de una “tercera vía”, esa
propuesta muy típica de tiempos posmodernos ni los ingleses se la creen. Ambos
extremos de la polarización están en su trinchera exclamando “yo quiero
diálogo”, pero se quedan sólo en la defensa de su frase; acto que imposibilita
lo dialógico, porque el objetivo para ellos no es el diálogo, sino proponerse
en la esfera mediática como el más dialogante, por lo tanto las hipotéticas proposiciones
de diálogo son realmente estrategias para motivar la confrontación mediática. A
ello hay que sumarle que los hipotéticos terceros: la iglesia, los medios de
comunicación, las ONG, las universidades, entre otros actores, se hayan vuelto
parte de alguno de los extremos.
El tercero que
se necesita para el diálogo debe surgir del reconocimiento como contiguos y
distantes, de los trabajadores, de las bases sociales, que así hayan votado por
opciones electorales distintas, tienen en común que no corresponden la
burocracia estatal, no poseen el control de los medios de producción y no
conforman las cúpulas de los partidos políticos. Ante los burócratas,
empresarios, políticos, negociadores de la política, medios de comunicación,
iglesias, ONG's que están en cada uno de los aparentes extremos de los polos,
debe surgir un movimiento social que rompa con la imposición de la coyuntura
electoral, como forma hegemónica de interpretar las relaciones sociales.
Esto significa
organización social, movilización social, lucha social, exigencias de la
sociedad, presiones por parte de las bases, y también significa que las bases
deben desligarse del discurso maniqueo producido por las maquinarias políticas:
ni todos lo que votaron por Capriles son traidores a la patria en favor del
imperio, ni todos los que votaron por Chávez corresponden a esa burocracia que
se cree auto-referente de la revolución. Siendo que el tercero puede ser el
espacio social en que habitan, para de esta forma hacerle frente a quienes han
secuestrado lo político. Pero a la vez, para hacerle frente
a los grupos de poder económico que se esconden tras el Estado para defenderse
de las presiones sociales.
Esa idea del
gran diálogo nacional, en donde sólo unos conversan, es simple y llanamente una
estrategia para la negociación entre las cúpulas (políticas y económicas). Ante
ello creemos que los diálogos deben ser inter-sectoriales, a lo interno de las
clases, a lo interno de las comunidades, entre los trabajadores de la tierra, y
a partir de cada uno de estos y muchos otros, construir un diálogo más amplio.
Estos diálogos, que son conflictivos, agotadores, que están mediados por
relaciones de poder en dónde unos se podrán expresar más que otros, es la
posibilidad real de transformar las problemáticas por las cuales atraviesa la
sociedad venezolana, y a la vez consolidar las fortalezas de la misma.
Consideramos que esto es fundamental para la transformación cualitativa de la
in-seguridad, pero ese es otro tema.
Maryclen
Stelling, propone que el diálogo debe ser entre técnicos y no políticos.
Estamos de acuerdo que el diálogo no debe ser entre políticos, en su sentido de
los cogollos, pero la alternativa no son los técnicos. Reivindicamos el
diálogo de la gente, de los vecinos, de los profesores, de los agricultores, de
los artesanos, etcétera, etcétera; eso de proponer que el diálogo sea entre los
técnicos tiene fundamento en las ideas tecnocráticas y tecno-políticas, en las
cuales se fundamenta el neoliberalismo y la posmodernidad ¿Para qué la
discusión sobre las comunas, por ejemplo, si son los técnicos lo que dialogan?
¡Válgame contradicción!
Es mucha la
tela que queda por cortar sobre lo planteado, no pretendemos agotar la
discusión, más adelante continuaremos abordando otros aspectos. Tal vez lo
escrito parezca una mera abstracción, sin embargo, no es nuestra intención
construir manuales de diálogo, todo lo contrario. Sin embargo, proponemos ideas
como apuntes para reflexionar sobre las formas y los contenidos de nuestras interacciones.
Gracias Jerry por esta reflexión!!! Leyéndote me surge la pregunta ¿el dialogo para qué? , esto no tiene que ver con evadir tu reflexión sino más bien con buscarle mayores sentidos al asunto. Siento que hablamos tanto de dialogo que la cosa pareciera que es un asunto metodológico y se pierde de vista el sentido de hacerlo, lo político.De allí quizás la trampita de los políticos vs. los técnicos. Creo como tu en que el dialogo debe tener unos espacios sociales concretos pero considero que los actores que allí habitan deben sentirlo relevante para alguna objetivo común. Es decir que no sea un asunto que solo se ve en los medios sino que surge de una necesidad concreta, de la realidad que se vive. Quizás sean varios diálogos sobre diversidad de asuntos ¿¿¿Cual sería el objetivo de un dialogo en el Barrio Jose Felix Rivas de Petare???? ¿¿¿Que todos contribuyan a mejorar el servicio del aseo urbano??? ó ¿recuperar la alcaldía de las manos de la oposición? Entonces se cruza la agenda electoral y mientras tanto a la agenda electoral le conviene el no dialogo a ningún nivel pues la confrontación es la que moviliza a los electores de ambos bandos!
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